jueves, 9 de mayo de 2013

Los sueños

   Los sueños no son episodios donde actúan inocentemente los fantasmas que divierten... o que asustan. Unas veces son la realidad futura que llaman premonición; otras, son el consejo que anuncia la posibilidad de un logro, de un objetivo, de una meta.
   El subconsciente no duerme; es como invisible amigo que espera el momento oportuno para anticipar la desgracia, o los pasos que han de seguirse para resolver un problema o alcanzar una justa ambición.
   ¡Bendito sueño!
   ¿Qué fuera sin él, el hombre que en la mínima expresión del anhelo, disfruta el reposo más profundo?
   En el lado opuesto, ¿qué fueran sin él, los contados poetas que alcanzan la inmortalidad con lo que secamente se llama éxito?
   ¿Qué fuera de la humanidad misma... sin los hombres que han soñado despiertos para legar un invento?
   En el sueño está el otro yo del individuo; está el amigo de la actitud; el consejero desinteresado que carece del rostro donde se reflejan los intereses mezquinos. ¿Por qué no atender las fantasías que nacen al amparo de una almohada?
   Las imágenes que se deslizan en la superficie de la íntima conciencia, dan la horma del éxito solamente; señalan el evento malhadado en ocasiones, cierto, pero nunca se distingue en ello, la ventaja ni el placer insano que pudiera darse en lo por venir.
   ¡Los sueños alientan, inducen, motivan desde la sombra espesa del amanecer; claman libertad para el espíritu creador!
   ¿Los conocemos? ¿Los reconocemos cual remedio infalible para el conformismo y la mediocridad?
   ¡Cuántos "Lázaros" vagan en el sementerio de la derrota, corroídos por la frustración, ignorando la voz de Dios que se adivina en los sueños!

miércoles, 8 de mayo de 2013

Cofre del dolor

   Mi madre y yo...
   seguimos ruta diferente.
   Mientras yo crecía
   buscando la conciencia,
   ella iba atesorando olvido
   en la quietud del sepulcro.
   ¡Qué caminos tan opuestos!
   Ella hundiéndose
   en lo negro de los tiempos,
   yo vagando
   en la ociosidad del amor,
   indiferente a la promesa
   de los nuevos soles.
   Él nació, se murmura, cuando ella murió;
   ¡No! -grita mi padre-
   ¡Ella murió cuando él nació!
   Yo no encuentro diferencia
   en semejante aberración...
   El mismo día
   que debió ser de alegría,
   llegó el dolor;
   el mismo día
   que debió ser de dolor,
   quedó prohibido el amor...
   para el hijo de nadie.
   Y crecí, crecí no sé por qué;
   culpable ante mi padre,
   indiferente a los afectos,
   olvidado del mundo...
   solo, solo, ¡solo!
   Como hijo de nadie
   vagando por ahí,
   a la deriva, sin dueño,
   mientras una madre silenciosa
   atesora olvido,
   y yo tristemente soy...
   cofre del dolor
   ocultando la propia pena.
   En este día de hermosos regalos...
   Madre... madre mía...
   ¿por qué te fuiste cuando más te necesitaba?

martes, 23 de abril de 2013

Tiempo de inocencia

   ¡Qué rápido pasa el tiempo!
   Cuatro décadas hace que vagaron como ánimas en pena por las calles de Rosario Tesopaco, seis hombres y una mujer, cargando su propia desgracia de inocencia acumulada.
   Antes y después de 1973 fueron ampliamente conocidos. Pero... ¿qué es la inocencia?
   La respuesta simple, eufemística, sería: falta de conciencia. Sin embargo, las personas afectadas por la falta de conciencia, llevan sobre sí el peso de una desgracia mayor a lo que significa la falta de intelecto. Al no sufrir por lo que se llamaría "mal presente", y no mortificarse por lo que sucederá el día de mañana, se dan tiempo para sonreírle a la vida, para admirar la belleza... pero dejan en manos de una madre y los hermanos, el dolor y las amarguras que no sospechan siquiera, cuando se echan a la calle sin preocupación alguna.
   Cuántas veces los ojillos que se apostaban como vigilantes en las famosas ventanillas mironas, sólo vieron pasar en horas de la tarde dormilona, a los protagonistas de la inocencia, de la vigilia, del insomnio vespertino que los mantenía despiertos y ambulantes.
   En la terminal vieja, siempre estuvo José María "Choro", dispuesto para cumplir los mandados desde el amanecer. Que "ve a las tortillas"; que "apúrale por la carne"; que "ya te estás yendo por el azúcar"... "ah, y cuidadito y te quedes por ahí", se escuchaba decir a doña Luz Olea, mamá del "Choro". Y José María, hombrón de casi dos metros de altura y cuarenta años de vida, respondía: "Ya voy amá", o "Ay, amá; cómo crees... ni que fuera chamaco". Lo cierto es que él era el "morrongo" de su mamá.
   Otro hombre que vivía en la terminal vieja, era "Mani", cuñado de doña Luz. Tenía menos estatura, pero estaba más cargado de años. La edad y los males ya lo obligaban al arrastre de los pies, cuando iba de un lugar a otro en la casa que fue su hogar. Su hermano Óscar Gracia, esposo de doña Luz Olea, se divertía cuando escuchaba de él la única palabra inteligible que pronunciaba: "Monita".
   Carente del intelecto como bendición de Dios y la propia naturaleza, tenía como vocabulario una serie de pujidos incomprensibles y la esporádica sonrisa, que anunciaba la interpretación de pocas ideas. Pero cuando una muchacha bajaba del camión sierreño y llegaba a tomar agua, había que ver cómo se le iluminaban las pupilas, haciendo que los jugadores de paco y los cafeceros preguntaran: "¿Cómo la ves, Mani?"...
   -"Monita", respondía.
   Aquella pregunta, aquella respuesta, y la carcajada de la concurrencia que en estruendosa manifestación de alegría se daba luego, hacía que la joven mirara al impertinente, sólo para que en su rostro se dibujaran estados de ánimo distintos: molestia, asombro, placer.
   -No'mbre, señorita -se escuchaba luego-; está inocente, pero cómo sabe de belleza.
   Mientras que esto sucedía en la terminal, "Chavita" Hadar pasaba las horas en el taller mecánico de la familia; ubicado éste al poniente del pueblo. Pero una vez que se cansaba de estar en aquel sitio, se iba a la casa por la calle Juárez o la Álvaro Obregón, como si llevara la idea de irse para Cedros. Chavita, joven todavía, descansaba de la rutina cuando recogía pelotas o bates para el equipo de béisbol de Rosario; pero esto era exclusividad de los días domingos, cuando había juegos.
   Debido a la incapacidad mental que le vino seguramente de una enfermedad, no pudo estudiar; el problema de salud que había tenido en la infancia tierna, también le impedía desarrollar alguna actividad laboral o deportiva. Sin embargo, era entusiasta y asistía como ayudante al equipo "Vaqueros", cada vez que había juego de béisbol.
   Otro personaje conocido de los rosarenses era Enrique "De Cedros". Cuando se aparecía con su voz tronante, hacía quedar mal a quienes se decían orgullosos nativos de Sonora sólo porque hablaban fuerte; porque aquello que se platicaba en una esquina, se escuchaba en la siguiente.
   Para Enrique, los presumidos hablaban en secreto. Su voz llegaba clara no sólo a la siguiente esquina. Era tan fuerte su hablar, que a dos y tres cuadras se escuchaba lo que decía; y aún espantaba a la chiquillada que corría temerosa, sospechando en los gritos amenazantes la violencia de Enrique. Siendo de buena estatura, 1.80 tal vez, de tez roja y todo él rebosante de salud física, hablaba incoherente y pasaba el tiempo vagando en las calles.
   Qué distinto se miraba Ventura Amparano; un desdichado inocente que sabía de buenos modos y reconocía los hogares donde le daban alimento. Su sitio predilecto era la puerta de la casona familiar de la profesora Dolores Valle. Cuando ella salía para decir "qué pasó, Ventura", siempre recibía la misma respuesta: "tú no; la muchacha". Y cuando la "muchacha" se aparecía, él decía en su seco y lacónico hablar: "un taco; quiero un taco".
   Aquella muchacha, que no era otra más que la joven profesora María Rita Valle, se daba la vuelta, hacía dos o tres tacos, se los entregaba y... En muchas ocasiones Ventura comía sentado en la banqueta, o bajo la sombra del árbol de la fortuna que estaba a un lado de la puerta, por tal de seguir cerca de la muchacha; en otras, se iba simplemente sin decir adiós ni gracias. Ah, pero si alguien que no fuera de su simpatía se le atravesaba, abría su mano izquierda, separaba el dedo pulgar lo más que podía, unía piel a piel los cuatro restantes, y... a través de la abertura preparada, con el dedo índice de la mano derecha disparaba: "¡chinga tu madre; chinga tu madre!"
   Quienes alguna vez habían recibido el "amable" saludo de Ventura, tenían en "Vitoriano" una sombra venturosa de paz o experimentaban el escalofrío más estremecedor. Eso era realmente Vitoriano; una sombra que diariamente deambulaba sin hablar, sin levantar la mirada más de la cuenta, sin mirar más allá de su destino inmediato; aquella sombra taciturna, de paso lento y edad avanzada, donde ponía la vista plantaba el pie.
   La gente podía mirarlo llevando una carretilla de leña o carbón, pero también espantando las moscas que lo seguían, procurando las manchas de la sangre fresca de su ropa. Por más que sensatamente se pensara que cargaba en la ropa el rastro de un trabajo honesto, su mirar adusto, su andar solitario, su estampa en sí, inspiraba otros sentimientos. ¿Por qué no se cambiaba la ropa, después de ayudar a los tablajeros?
   Otra persona que vivía en franco desamparo, era doña Petra Villegas. Ella, de edad avanzada, solitaria, trabajadora como Vitoriano, también vagaba por las calles de Rosario Tesopaco empujando una carretilla. Movía en ella carbón, leña, comestibles, y daba la impresión en ocasiones, de que aquella herramienta de trabajo, aún estando vacía, pesaba por los mitos que a la dueña le adjudicaban. Tanto era así, que los niños le temían y preferían mirarla de lejos.
   Dos versiones opuestas había en su pasado. La primera era jocosa, divertida. Se refería ésta a su etapa de trabajadora, a su vida como restaurantera. Se decía que: "Muy allá, cuando los camioneros le dejaban clientes todos los días, y que no se daba abasto para atenderlos, que era muy... bueno, ¿qué podía hacer ella sola para darle atención a tanto comensal?
   "Un día, un cliente se quejó del mal servicio. -Petra, le dijo, hay una cucaracha en el caldo que me serviste. Y Petra, solícita y amable, fue hacia el cliente, se asomó dentro del plato, aceptó la situación y tranquilizó al hombre diciendo: Mira nomás... y tantas que le quité".
   Pero ese era el lado amable en la vida de doña Petra. No era ese el motivo por el que los niños le temían.
   Corriendo como rumores insanos, no se ignoraban los amores que le habían dado fruto en su pasada juventud. El mito comenzaba: "No se niega, Petra era muy trabajadora; y también guapa. Pero la primera vez que se enamoró, pronto descubrió que el embarazo era un estorbo para su trabajo. Se dio cuenta también de que el niño que venía no le convenía. ¿Qué iba a ser de su restaurante?, ¿de qué iba a vivir?
   "Todos los clientes la miraron gorda, sin dejar de trabajar. Después, de un día para otro la vieron flaca, recién aliviada; ¿y qué se pensó si no?... Alguien le cuidaba la cría. Pero enamorada que era de la vida, volvió a embarazarse y los clientes la vieron engordar de nueva cuenta; y se repitió la historia. Apareció flaca el día sospechado, no guardó cuarentena, y se volvió a pensar que alguien le cuidaba la criatura.
   "Un año, luego otro y otro, siempre lo mismo; gorda, flaca, trabajando; los niños que podían ser ocho, diez o doce... nadie los conocía; nunca nadie dijo: conozco uno. Tampoco los padres respectivos supieron dar cuenta de nada. Hasta que al fin se corrió el rumor de que los cuerpecitos de los niños recién nacidos, habían aparecido en la fosa de la letrina que ella tenía en el patio".
   Sin embargo, aunque la gente aseguraba como cierta la versión de los infanticidios, doña Petra, la Petra de siempre seguía ahí, trabajando para ganarse los alimentos del día; pero ahora cansada, sin el restaurante, sin los años mozos, sin marido y sin hijos, se le miraba ir detrás de la carretilla, cargando con la mala fama que le dieron los vecinos del pueblo, sin darse cuenta de los temores que inspiraba entre la chiquillada.
   Ella, José María "Choro", Chavita Hadar, Enrique "De Cedros", Ventura Amparano, Mani Gracia y Vitoriano, tenían la desventura en común; el negro destino, el triste presente, parecían darles el aire taciturno e indiferente de los desvalidos. Desde aquí, en la lejanía de los cuarenta años transcurridos, ¿quién se habrá preguntado siquiera una vez, sobre las preocupaciones de los padres y los hermanos de ellos, que tal vez desearon vivir más años para protegerlos en el tiempo de su inocencia?

Trabajo presentado en el suplemento cultural de DIARIO del YAQUI, el 24 de marzo del 2013.

miércoles, 17 de abril de 2013

Ya no soy campesino

  Ya no soy campesino.
  Pero... ¿cómo explicar que vengo de allá
  donde anónimos viven aún
  los hombres que con ruda voz
  sembraron en mi corazón la milpa?

  ¿Cómo decir en la ciudad culta
  que la faz rústica del paria,
  se ilumina de felicidad
  cuando empuña la coa
  para abrir la madre tierra
  donde siembra la esperanza?
 
  El botánico no entiende
  lo que es fuera de ciencia;
  el hombre citadino sabe de la masa,
  y piensa en dinero quien la vende,
  pero ignoran los pechos que se inflaman
  al mirar la semilla que germina.

  Allá en la montaña milenaria
  está la historia de la milpa.
  Allá la vi abriendo su alborada,
  buscando el cielo, su horizonte.
  La tierna hoja embajadora de la vida
  hizo huella en mi pecho campesino.

  Qué orgullosa la caña estiraba;
  ¡cañejote allá en el campo!
  Qué alegres se mecían hojas esmeraldas;
  ¡tazol allá en el campo!
  Y luego espiga, corona de reina,
  pregonera del jilote.

  Así la vi.
  La milpa siempre reina me dio su tierno elote.
  Después, en vejez prematura,
  vencida por tiempo incorruptible,
  la chala humilló el cuerpo
  repitiéndose ofrenda milagrosa.

  Y pasados angustiosos meses,
  desde que rústicos maestros
  hicieran cama para el grano,
  gloriosa llegaba la cosecha.
  Arrale, desmonte, quema,
  hacíanse recuerdos muy lejanos.

  ¡Cómo gritar que soy otro!
  Que siendo hombre de campo
  me nacen suspiros añorantes
  y sufre desterrado el corazón
  al oir de mi hacha canto repetido
  cual mancuerna de mazorca semillera.

  Allá en las montañas milenarias
  donde aves jubilosas parloteaban
  donde limo y brisa hermanaban,
  asoma para el mundo diario sol.
  Allá duermen los recuerdos...
  del joven campesino que yo fui.

  Trabajo dedicado a los esforzados campesinos
  del mundo; en cualesquier aldea donde se
  encuentren. Jueves 1 de marzo del 2012;
  22:00

martes, 5 de marzo de 2013

La escuela vieja de Rosario Tesopaco

   Con mucho, la escuela vieja de Rosario Tesopaco, ubicada en Álvaro Obregón y No Reelección (nomenclatura reciente), es el principal depósito de la nostalgia que manifiestan las personas mayores actualmente.
   "En lo que queda de mi querida escuela "Josefa Ortiz de Domínguez", me parece escuchar las risas y las voces fantasmales de aquellos niños que después se hicieron viejos, y que luego de cumplir su misión en este mundo, partieron silenciosos por el camino que va para Cedros... para convertirse en polvo y recuerdos tristes.
   "Porfirio y su hermano Alejandro Félix, Flavio Portela, Daniel Portela, Ignacio Acuña y su esposa Adela Valenzuela, Ricardo Sotelo con su inolvidable anécdota de enamorado, Alejo Villanueva, los hermanos María Guadalupe, Manuel, Rogelio, María del Rosario "Chala", Josefa del Socorro "Pita", Rafael y Dolores Valle Arenas; Jesús Sosa Chávez también, Jesús "Chuy" Moreno, Jorge "Bitúa" Peñúñuri, Roberto Valenzuela, Roberto Peñúñuri, Ignacio Lorenzo Peñúñuri, Tomás "Machi" Peñúñuri, José Valenzuela, Medardo Gámez, Francisco "Chico"Buelna, Alejandro Araiza, los hermanos Antonio, Luis, Daniel, Francisca "Quica", María Jesús, Trinidad y Romelia Contreras Avilés; Rafael Ochoa, Isidro Amavizca y sus hermanos Sabino y Patricio; también los primos Teodoro "Prieto", Tomás, Ramón, Petra, Mariana y Julia Amavizca; luego los otros primos del mismo apellido: Pedro, Rafael, Rosalío, Tencha y Toña... y los hijos de doña Rosa Amavizca (Adolfo, Socorro, Fili y Rosa Fiel Amavizca); Lamberto Portela, Lucas Oroz y tantos y tantos que se pierden en las memorias empolvadas, me parece escucharlos todavía entre las ruinas de lo que una vez fue la escuela "Josefa Ortiz de Domínguez".
   A pesar de su natural alegría en aquellos tiempos de escuela, y de los rígidos tratos que diariamente había, aprendieron los contenidos del Silabario de San Miguel. A pesar de los duros castigos que por nada se repartían, aprendimos cosas importantes para la vida.
   "Randolfo Lavandera, que fue esposo de Lola Amavizca; María Lavandera, quien fuera hija de Randolfo y esposa de Rosendo Montaño; Adelina Avilés Lavandera, viuda de don José Jesús "Chuchuy" Contreras y prima de Randolfo Lavandera; María Esther Félix Peñúñuri "La Techi", hija de don Alejandro y hermana de Porfirio; Rosa Benítez; el profesor Cruz Zúñiga; Rosendo Montaño; el profesor Manzano y las hermanas Carmen y Rosario "Chayo" Arvallo, fueron el personal docente que forjó el carácter disciplinado de los escolapios, sembrando angustia y terror en el corazón y en la mente de los niños, a tal grado, que nadie era capaz de estar en la calle una vez que el sol se metía; porque los mentores tenían en la calle, la misma autoridad que imponían en la escuela. Cuidadito con que alguien fuera visto deambulando por ahí sin justificación; si era descubierto, ya se podía preparar para recibir el castigo físico merecido".
   Quienes así compartieron sus recuerdos fueron José María "Chemalito" Villanueva y don Pedro Amavizca, quien actualmente (2012) es velador del H. Ayuntamiento, y es además hijo de otro Pedro (ya fallecido), el cual sirvió de "morrongo" en su juventud, a don José Valle Mont.
   "Mire, dicen, íbamos a la escuela en la mañana, en la tarde, de lunes a viernes; y todavía cuando llegaba el sábado, nos encerraban hasta el medio día. No había tiempo de pensar en las vagancias, y menos hacer lo que no debíamos.
   "En ese edificio (hablan señalando la esquina donde vivió doña Francisca, hermana de Ernesto Peñúñuri), antes de que Mario Peñúñuri y doña Panchita pusieran tienda, hubo de todo; buenos y malos estudiantes. A pesar de tanto trabajar, hubo chamacos a los que no les entraba "la o por lo redondo". Uno de ellos fue José María "Choro" Calvario, hijo de doña Luz Olea. Por más que repitió el primer año, nunca halló la "cuadratura" de las letras. Dejó de ir a la escuela, cuando los chamacos vagos comenzaron a llamarlo "profesor".
   -¿Quién podrá informarme sobre el año en que dejó de funcionar en ese lugar, la escuela "Josefa Ortiz de Domínguez? -Interrumpí. Y la casualidad más que la orientación, me llevó a platicar con José Jesús "Chehui" Portela Argüelles.
   "Yo soy de 1940, dijo. Si no fui de la última generación, por lo menos fui de los últimos en estudiar en esa escuela. Y si no dejó de funcionar en 1948, debió ser en 1949".
   Mucha razón tenía Chehui; el nuevo edificio que se ubica en las calles Rosales y Álvaro Obregón, se inauguró el 31 de mayo de 1949. Una placa alusiva al magno evento de inauguración, da testimonio en la entrada principal del edificio.
   La escuela vieja de Rosario Tesopaco, ocupó media manzana. Desde lo que fue tienda de doña Panchita (esquina No Reelección y Álvaro Obregón), hasta la desaparecida tienda de Mario Peñúñuri, eran aulas; luego, de estos comercios hacia el sur, el terreno escolar llegaba a la mitad de la cuadra, como ya se ha dicho. La esquina sureste, de solar grande, aún es propiedad de la familia Villanueva; y por lo que una vez fue entrada principal de la escuela (calle No Reelección), en su lado sur estuvo la cárcel municipal. En esta parte sur de la calle No Reelección, ahora está un edificio en donde Norma Sotelo tiene una ferretería.
   Ateniéndonos a la memoria de Chehui, podemos decir entonces, que lo que fue el nuevo centro escolar primario, inició labores en 1949.
   De esa etapa transitoria para la educación de los rosarenses, en escuela estatal, se recuerda que la maestra "Techi" daba clases a los niños de segundo y tercero; María Caro a los de primero (parvulitos); y Lucio Pacheco a los de cuarto. El profesor Francisco Galavíz Gómez, fue uno de los primeros directores que tuvo la escuela nueva. Los exalumnos mencionan también a los profesores Filiberto Mendívil, Rosendo Montaño y Abraham Montijo. Y, aunque ya estamos en otro edificio y en tiempos relativamente nuevos, el rigor de la educación tradicionalista sigue presente. "Eran duros, se recuerda, tenían la mano pesada".
   En 1973, la modernidad educativa (1) trajo consigo la metodología Global para la enseñanza de las primeras letras, que propusieran Ovide Decroly y Piaget, al considerar las características del pensamiento sincrético en los niños de primer grado. Desafortunadamente, el experimento trajo aparejado la fragmentación del horario y la aparición de las llamadas "dobles plazas", así como la inesperada federalización de la escuela "Josefa Ortiz de Domínguez".
   En este año, 1973, el personal docente estatal se compone por los siguientes profesores: José María Flores Sánchez, director; Rafaela Gámez; Virginia Peñúñuri Franco ("La Quina"), esposa del entonces presidente municipal, señor Tomás "Machi" Peñúñuri; María Dolores Valle Arenas, "Lolis" para los vecinos; María Luisa Coronado Salazar; María Rita Valle Contreras, y las hermanas Adelina y Luz Emilia Contreras Domínguez (nietas de doña Adelina Avilés Lavandera).
   A este grupo tocó la experiencia del cambio. El nuevo director, Juan Arce Duarte, lo instruyó en el sentido de que: podían permanecer en la escuela en calidad de préstamo a la federación, con derecho a beneficiarse con el otorgamiento de una plaza magisterial vespertina. La decisión de integrarse o no al nuevo personal, era voluntaria. Por lo que, la primera en buscar nuevos horizontes fue la profesora Dolores, quien después de estar seis meses como directora en una escuela primaria de Altar, Sonora, en su cambio de adscripción se fue a la escuela "Francisco I. Madero" de San Ignacio, Río Muerto, donde cumplió 49 años de servicio antes de morir un 25 de mayo del 2004, víctima de un infarto fulminante.
   Siguiendo el ejemplo, María Rita Valle, su sobrina, se fue a Ciudad Obregón; las hermanas Adelina y Luz Emilia se jubilarían en Hermosillo; la profesora Virginia tardó en irse a Ciudad Obregón y, la maestra María Luisa Coronado, en un repentino alarde de conveniencia, apostó a su permanencia en calidad de préstamo; lo que le valió en su jubilación, el honor de que la biblioteca de Rosario llevara su nombre.
   Los primeros profesores federales que se presentaron en la exescuela estatal, fueron: Juan Arce Duarte, Ceferino Chavarín, Juan Guerrero (pillo de temer) y su esposa "Nachita". ¿Por qué se había de recordar como pillo a Juan Guerrero?... Porque sencillamente no se andaba con medias tintas.
   Este profesor originario de Guerrero Negro, Baja California Sur, era de labia y mucho saludo. Si mil veces encontraba a la posible víctima de la transa, eran las mismas ocasiones en que sonriente y amable, hipócritamente decía: "cómo tengo gusto en saludarlo". Sin embargo, a esta salutación seguían las palabras de interés: "¿Y qué, ya pensó en nuestro negocito?... Mire: no es necesario que me dé todo el dinero de un jalón; de poquito en poquito pero seguido, yo puedo estarle recordando a la gente de arriba, que seguimos interesados". Su gesto y movimiento de las manos, parecían salidos del famoso programa "Qué nos pasa".
   Por algo no fue casualidad que el "especialista" en conseguir plazas de profesor con papeles falsos, prendiera con un préstamo económico al mismísimo presidente municipal. Afortunadamente, al ver los preparativos que hacía para irse, y poniendo atención al rumor que ya se corría sobre su conducta sinvergüenza, el señor Tomás "Machi" Peñúñuri, no lo dejó subir siquiera una silla al carro de mudanza. "No, dicen que dijo, si me roba a mí que soy autoridad, ¿qué defensa puede esperar la gente?; ni él ni los muebles salen de Rosario". Volvamos a la escuela.
   El nuevo centro escolar dejó de llamarse "Josefa Ortiz de Domínguez" (recordemos que había sido inaugurado el 31 de mayo de 1949), y pasó a ser escuela primaria "Randolfo Lavandera" con turno matutino; mientras que en lo que fue turno vespertino, quedó como escuela primaria "Loreto Encinas de Avilés".
   En 1974 se formalizó el traspaso del inmueble del estado a la federación; también se regularizó el nuevo plan educativo de doble turno y salieron los profesores estatales para dar lugar a los federales (en el papel). A la par de esto llegaría la nostalgia: dejaron de ensayarse bailables regionales en la casa de la profesora Lolis; rondas, poesías, el vals de los niños que terminaban la instrucción primaria, todo se suspendió. También se relajó la disciplina de los estudiantes y se terminaron los reconocimientos académicos y los viajes a la ciudad de México que ganaban los mejores alumnos, para saludar al Presidente de la República en ceremonia especial.
   ¿"Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar", como dice Gustavo Adolfo Bécquer?
   El trabajo de equipo que realizaban, desde el director hasta el profesor de primer grado, y los permisos para trabajar en extramuros, daban fruto. Cástulo Urías, Manuel "Manolo" Valenzuela y Euquer Cinco Valle, son ejemplo del trabajo que realizaron los maestros estatales, antes de entregar la estafeta al personal de la federación. ¿"Volverán las oscuras golondrinas..." volverán?
   Es que, muy claro está que la política educativa actual (2006-2012), es "atole con el dedo". ¿Qué es eso de que por la sola asistencia, un niño de primer grado se gane el paso a segundo, y de segundo a tercero, y de tercero a cuarto? No es el magisterio quien falla, sino esa política exigente que viene por sistema, insensible al deseo de enseñar, indiferente al hambre de aprender. Por eso... bienvenido el cambio que llegue para bien.
  
(1) La Modernización Educativa, más ambiciosa, había iniciado en 1972; en el periodo gubernamental del Licenciado Luis Echeverría Álvarez. 250 Misiones Culturales se incorporarían al subsistema de Educación para Adultos, en 1973; las Telesecundarias se harían presentes en Rosario Tesopaco, en septiembre de 1974; en ese mismo año, 1974, también aparecerían los Grupos Integrados, compuestos por niños repetidores del primer grado. Aunque ciertamente, el embrión de la metodología impuesta terminaría por maniatar la disposición de los docentes, cuando de enseñar las primeras letras se trataba.

martes, 19 de febrero de 2013

A mis lejanos y anónimos lectores, ¡Gracias!

   El martes 12 de febrero de 2013, registró 2000 visitas en el blog "Te lo cuento" de David Cibrián Santacruz, quien escribe según el estado de ánimo que tienen su conciencia y corazón, y entrega sus colaboraciones dominicales a su editor y amigo Ramón Íñiguez Franco, responsable del suplemento literario Quehacer Cultural, que publica Diario del Yaqui.
   Hoy, al escribir el segundo agradecimiento por las visitas recibidas, sé que el virtual y silencioso diálogo que establecen los lectores con el autor, lleva mensaje solidario. Comprendo perfectamente, por ejemplo, que por alguna razón sobresalen las visitas lectoras que favorecen "A mi bandera", y sé por ello que la sociedad se duele; pero además, en lo que también sería del sentimiento social que me acompaña a través de la página, percibo el estado de ánimo de mis amigos lectores. Apodos, Agradecimiento a mis lectores, Los partos, Los concesionarios, Vejez, La última voluntad, Tiempo musical, El cirquero, Mataron a la josca, Yo no tuve abuelo, Chuca el chicharronero, Empleos del campo, La terminal vieja, Felipillo y su tesoro, La catedral, Primer corte de plátano, Héroes anónimos, El padre se robó a la María, Una lágrima, El retorno, que constantemente se presentan como leídos en la página que comparto, confirman lo que pienso.
   Amigos lectores, gracias por leerme, por hacerse partícipes del sentimiento alegre, triste, derrotista u optimista que de pronto me asalta; ¡Gracias, aunque la distancia y el anonimato nos traduzcan como sombras en la pantalla!
   Gracias México, Colombia, Estados Unidos, Canadá, Venezuela, Argentina, Puerto Rico, Perú, Ecuador; también a Uruguay, Noruega y Ucrania que últimamente se están reportando; gracias por sumergirse en las páginas íntimas de David Cibrián Santacruz. Recuerden: "Cuentos de David Cibrián" es la clave para entrar al blog de Google.

domingo, 10 de febrero de 2013

Difícil enseñar la responsabilidad

  Hace muchos años, un profesor descubrió con asombro que una niña tenía para su gasto diario en la escuelita rural, $50.00; ¡cincuenta pesos!
  Haciendo cuentas y comparando la suerte, supo que la estudiante a su cargo recibía, con sólo estirar la mano y pedir... nada menos y nada más, la mitad de lo que era su propio salario como educador.
  Por boca de ella misma supo el mentor que su papá era "rico"; que tenía veinte hectáreas de tierra de riego y que sembraba dos veces al año. Su mamá, ella y cuatro hermanos mayores, no tenían de qué preocuparse. Inclusive esos hermanos, por saberse "ricos", ninguno había querido estudiar. ¿Para qué?
  -Yo misma, profesor -confesó la niña-, ¿para qué estudio; para qué me mortifico?
  Su inocencia, su ignorancia del mundo evolutivo, le hacía percibir un entorno estático.
  "¿Tus hermanos le ayudan a tu papá en la preparación de la tierra y en las cosechas?" -quiso saber el maestro.
  -Ay, profesor -respondió impaciente-, ¿no le estoy diciendo que somos ricos? Mi papá contrata gente (enumeró con los dedos), ordena que se haga lo que se tiene qué hacer, vigila; es patrón, profesor.
  Los compañeros del grupo escolar, treinta y cuatro que eran, escuchaban atentos la conversación y movían la cabeza de lado a lado, en clara señal de desaprobación. Uno de ellos no pudo evitar que su voz anunciara repentinamente lo que pensaba.
  -Ana... tienes que estudiar -dijo casi ordenando-. En la vida hay tiempo de estudiar, de trabajar y casarse, y también de hacerse viejo y descansar...
  "Claro -intervino el maestro para reforzar la idea-; Ernesto tiene razón. Durante la niñez los niños tienen que prepararse para la vida, estudiar; después, ya después, cuando llegue la necesidad de trabajar y sostener los gastos de una familia..."
  -Profesor, interrumpió Ana, ¿se le olvida que soy mujer?... a mí me van a mantener; no tengo necesidad de estudiar.
  Ignorando la necia convicción, respondió el maestro:
  "En tu casa son siete de familia; fíjate bien. Veinte hectáreas dan alimento, tranquilidad económica, tus hermanos no trabajan, la casa donde vives debe tener tres o cuatro piezas de material, tu papá debe andar en carro de modelo atrasado, a ti no te faltan los cincuenta pesos..."
  -Ay, profesor; ¿usted conoce mi casa? Nomás faltó que nombrara al perro.
  El maestro, ignorando el reconocimiento, terminó preguntando:
  "¿Alguna vez has pensado en lo que sucederá cuando no tengas papá y mamá?... mira: a cada uno de tus hermanos le quedarán cuatro hectáreas de tierra que no saben trabajar; tú, que ahora gastas cincuenta pesos diarios, ¿cuánto le vas a dar a tus hijos con lo que produzcan cuatro hectáreas? ¿Sabes lo que es la quinta parte?
  "Olvídate del carro viejo, de la casa. Una vez que en lugar de recibir tengas la obligación de dar, vas a mirar otra realidad y vas a lamentar los pensamientos equivocados; pero ya será tarde seguramente".
  Entrados en el mundo de las reflexiones, preguntemos:
  ¿Cuántos hijos se han equivocado, al considerar que los padres son bueyes o tractores que han de trabajar toda la vida para su beneficio?
  ¿Cuántos han pensado que las propiedades de los progenitores, resulven para siempre sus problemas económicos?
  Una cosa es muy cierta: contratando trabajadores, ordenando que otros hagan, y vigilando con aires de patrón, no se enseña la responsabilidad. Los hijos deben aprender desde niños y con mejor ejemplo, lo que cuesta ganar un peso, antes de gastar dos; nadar su propio río, para que disfruten sanamente cuando alguien les dé la mano.
  Pero los padres, ¡ah, los padres!, por tal de que no sufran les evitamos la fatiga, el esfuerzo personal; paradójicamente para estrellarlos en el castillo del fracaso y del dolor. ¡Qué difícil es, enseñar la responsabilidad con la sobreprotección!

viernes, 8 de febrero de 2013

La terminal vieja de Rosario Tesopaco

  Antes de que el Museo Costumbrista de Rosario Tesopaco nos permitiera sospechar los ecosistemas que dieron origen a los fósiles que nos asombran, y culturas que nos legaron petroglifos y pinturas rupestres, los hechos históricos de la región se circunscribían prácticamente, a las incursiones que realizaban los temibles apaches; se sabía también de haciendas famosas que derivaron en ranchos ganaderos y ejidos, con el Reparto Agrario ordenado por el presidente Lázaro Cárdenas del Río, en 1937; se hablaba de la heroica entrega que de los hijos hiciera doña Loreto Encinas de Avilés, para combatir a los filibusteros que atacaron Guaymas el 13 de julio de 1854; y aún más: aunque oralmente, porque todavía no se registran debidamente los acontecimientos, se narra entre contemporáneos el episodio de los estudiantes que fueron fusilados al norte de Tesopaco, en 1968.
  Hoy, asombrados por ese pasado que el Museo Costumbrista nos permite descubrir, también nos preguntamos: mientras miramos muy al ayer que vivieron nuestros ancestros, ¿no se escapa la historia contemporánea de los rosarenses?
  Mirando con fascinación los fósiles, los petroglifos y las pinturas rupestres, saben a leyenda fantasiosa las versiones que hablan de las hordas apaches que vivían del pillaje, y también los demás pasajes que se toman como historia reciente; pero, es un hecho tristemente cierto, que mientras degustamos el orden de nuestro muy lejano pasado, al mismo tiempo olvidamos que nosotros mismos somos historia.
  1973 es un año clave... para reconocer que ya no se escucha hablar de la terminal vieja. "En que Luz Olea" y "si me buscan, estoy en la terminal", ya no son referentes. Ahí donde antes se reunían a tomar café desde el presidente municipal y su equipo de trabajo, hasta el más modesto trabajador de lo que fuera, hoy es orgullosamente el Museo Costumbrista que tanto esfuerzo ha costado a su fundador y director, Julio César Clark Carabeo. Sin embargo, las nuevas generaciones no debieran olvidar, que hace apenas cuatro décadas, quienes ahora están olvidados, le dieron vida y alegría a nuestra comunidad con su natural parlanchinería.
  La terminal vieja fue hogar de doña Luz Olea. El esposo de ella se llamó Óscar Gracia. Como familia de estos ancianos los acompañaban José María Calvario "El Choro", también un hombre inocente a quien llamaban "Mani", una sobrina de nombre Gloria Gracia y dos hijos de ésta: Víctor y Mundo Herrera Gracia. Bueno, si fuera el caso hurgar bien en los recuerdos, también diremos que hubo en el patio de esta casa un perico cáscara de viejo, el cual festejaba desde las ramas de un limón donde todos los días se asoleaba, las bromas que los visitantes hacían a los anfitriones.
  A las cuatro de la mañana gritaba el despertador voluntario, por la puerta del callejón Hidalgo: "¡Despierta, viejo, despierta; no pierdas el tiempo!" Luego, en un alarde de rebeldía por la ofensa recibida, la primera en responder era doña Luz. "¡Qué te importa, infeliz!" -gritaba con la poca fuerza de sus pulmones. Porque era brava para los cigarros; no apagaba ni siquiera al cocinar. Siempre hubo en su espacio culinario, aroma de uñas chamuscadas.
  "No le hagas caso, mujer" -pedía conciliador don Óscar, mientras el gritón alegraba el oscuro amanecer con la primera carcajada.
  Así trancurrían los días; en ese tenor. Y por la tarde-noche, cuando apoyado en su viejo bastón don Óscar seguía trabajosamente los pasos de su mujer, no faltaba la cruel recomendación: "Déjala que se vaya sola, viejo; ¿qué te ganas con poner la mano donde no debes?"
  Entonces, sucedía como en el amanecer; era doña Luz la que respingaba: "¡Qué te importa que la ponga donde la ponga, fasico!"
  Mientras, disfrutando al máximo la broma que se gestaba como una amable despedida, sonriente respondía don Óscar: "me aferro a la vida". Con esto, lo único que conseguía era picar las costillas de los cafeceros, para que soltaran la última carcajada del día. Encaminados los visitantes para la salida que daba a la calle No Reelección, todavía alcanzaban a escuchar cómo doña Luz le pedía a su hijo "Choro" que cerrara bien.
  El caserón de la terminal vieja tenía dos piezas con salida a la calle No Reelección, donde se jugaba paco, dominó, dama china, dama española, o simplemente sucedía que en torno a la mesa refresquera y al calor del café de talega, se platicaran las incidencias del día o las anécdotas de tiempo reciente. Por el lado del callejón Hidalgo, había tres piezas que se alineaban desde la esquina; pero la que servía de aposento al matrimonio Gracia Olea, era la del centro, que daba directo al corredor interno y a la cocina.
  Las paredes repelladas y encaladas y de muy lejano mantenimiento, eran de adobe; el piso de tierra; el techo de terrado tenía vigas de sabino. Adentro, bajo el techo del corredor estaban la cocina, el comedor compuesto de mesa y seis sillas viejas y rechinadoras, y un infaltable tripié de madera, en donde descansaba la olla del agua que buscaban los viajeros. A un lado del tripié estaba la palangana. Más adentro, en lo que ya era el patio, había un limón, una noria y un baño.
  En esa terminal del café platicador se dejaban mirar "Manolete" Valenzuela cuando iba para Yécora desde Obregón, y Gustavo "Tavo" Villegas que pasaba rumbo a Movas. Pero los que siempre se aparecían en horas indeterminadas y desde las cuatro de la mañana, eran Tomás "Machi" Peñúñuri (Presidente Municipal en el tiempo del que se habla), Daniel Portela (expresidente), Flavio Portela, Jesús José "Chehui" Portela Argüelles (encalador y pintor de brocha gorda), José Valenzuela (hermano de Pancho y Mercedes "Pechele"), Raúl "Cotoyo" Peñúñuri, "El Prieto" Teodoro Amavizca Mungarro, Leovigildo "Gilito" Lavandera (intendente municipal) y su hermano Hermando "Chino" Lavandera (encargado de la oficina de correos), José Francisco "Chicoli", Jorge "Bitúa" Peñúñuri, Panchito Peñúñuri (de cuando en cuando), Porfirio Félix, Marcos y Octavio Gallardo (policías), Roberto Valenzuela y su hijo Rolando, Rafael "Pallejo" Valenzuela Valle y Servando Buelna, así como Francisco, Beto y Javier, también de apellido Buelna.
  En la media mañana, cuando la clientela escaseaba en la tienda y los distribuidores ya habían pasado por el negocio, se aparecían también don Genaro y su hijo Rubén Encinas.
  Es increible seguramente; se daban cita en la terminal vieja, hombres serios y de trabajo, egresados de la escuela primaria "Josefa Ortiz de Domínguez" (*), en donde se habían formado con el rigor de los viejos maestros. En espontánea igualdad ciudadana ocurrían a la vieja terminal policías, conserjes, deportistas, ganaderos y comerciantes, para despabilarse con una taza de café de talega y con una buena broma que activara los músculos faciales; pero también para hablar de negocios o espantar el sueño simplemente, en la hora de la siesta.
  En cuatro décadas se fue la alegría y la vida de muchos protagonistas en el desarrollo del municipio; a cambio de ese desarrollo, se estableció el silencio formal que exige el museo. Como testimonios del bullicio que se echa de menos, quedan afortunadamente Rubén Encinas, el popular Chehui Portela, Chemalito Villanueva y Rolando Valenzuela, quien ahora es trabajador jubilado de la Secretaría de Comunicaciones (Telégrafos Nacionales).
  *Esta escuela inició labores, según versiones populares y de la señora Laurina Peñúñuri, en 1907. Al construirse el nuevo edificio con dinero que prestó el señor Arnulfo Valenzuela, y luego inaugurarse el 31 de mayo de 1949, en Rosales y Álvaro Obregón (nomenclatura reciente), fue cuando, después de 42 años de servir como centro de educación primaria, quedaría en desuso.
  En su nuevo domicilio seguiría con el mismo nombre ("Josefa Ortiz de Domínguez") hasta 1974, cuando al ser federalizada la institución estatal, se le impusieron nuevos nombres. Por la mañana quedó "Randolfo Lavandera" y en turno vespertino "Loreto Encinas de Avilés".

NOTA: Amigo de Rosario Tesopaco, si te gusta la historia que acabas de leer, recomiéndala. En Google sólo se escribe Cuentos de David Cibrián o Mataron a la josca, y se llega al archivo de la página donde se pondrán más trabajos a consideración de quienes desean conocer su pasado. Gracias.