martes, 19 de febrero de 2013

A mis lejanos y anónimos lectores, ¡Gracias!

   El martes 12 de febrero de 2013, registró 2000 visitas en el blog "Te lo cuento" de David Cibrián Santacruz, quien escribe según el estado de ánimo que tienen su conciencia y corazón, y entrega sus colaboraciones dominicales a su editor y amigo Ramón Íñiguez Franco, responsable del suplemento literario Quehacer Cultural, que publica Diario del Yaqui.
   Hoy, al escribir el segundo agradecimiento por las visitas recibidas, sé que el virtual y silencioso diálogo que establecen los lectores con el autor, lleva mensaje solidario. Comprendo perfectamente, por ejemplo, que por alguna razón sobresalen las visitas lectoras que favorecen "A mi bandera", y sé por ello que la sociedad se duele; pero además, en lo que también sería del sentimiento social que me acompaña a través de la página, percibo el estado de ánimo de mis amigos lectores. Apodos, Agradecimiento a mis lectores, Los partos, Los concesionarios, Vejez, La última voluntad, Tiempo musical, El cirquero, Mataron a la josca, Yo no tuve abuelo, Chuca el chicharronero, Empleos del campo, La terminal vieja, Felipillo y su tesoro, La catedral, Primer corte de plátano, Héroes anónimos, El padre se robó a la María, Una lágrima, El retorno, que constantemente se presentan como leídos en la página que comparto, confirman lo que pienso.
   Amigos lectores, gracias por leerme, por hacerse partícipes del sentimiento alegre, triste, derrotista u optimista que de pronto me asalta; ¡Gracias, aunque la distancia y el anonimato nos traduzcan como sombras en la pantalla!
   Gracias México, Colombia, Estados Unidos, Canadá, Venezuela, Argentina, Puerto Rico, Perú, Ecuador; también a Uruguay, Noruega y Ucrania que últimamente se están reportando; gracias por sumergirse en las páginas íntimas de David Cibrián Santacruz. Recuerden: "Cuentos de David Cibrián" es la clave para entrar al blog de Google.

domingo, 10 de febrero de 2013

Difícil enseñar la responsabilidad

  Hace muchos años, un profesor descubrió con asombro que una niña tenía para su gasto diario en la escuelita rural, $50.00; ¡cincuenta pesos!
  Haciendo cuentas y comparando la suerte, supo que la estudiante a su cargo recibía, con sólo estirar la mano y pedir... nada menos y nada más, la mitad de lo que era su propio salario como educador.
  Por boca de ella misma supo el mentor que su papá era "rico"; que tenía veinte hectáreas de tierra de riego y que sembraba dos veces al año. Su mamá, ella y cuatro hermanos mayores, no tenían de qué preocuparse. Inclusive esos hermanos, por saberse "ricos", ninguno había querido estudiar. ¿Para qué?
  -Yo misma, profesor -confesó la niña-, ¿para qué estudio; para qué me mortifico?
  Su inocencia, su ignorancia del mundo evolutivo, le hacía percibir un entorno estático.
  "¿Tus hermanos le ayudan a tu papá en la preparación de la tierra y en las cosechas?" -quiso saber el maestro.
  -Ay, profesor -respondió impaciente-, ¿no le estoy diciendo que somos ricos? Mi papá contrata gente (enumeró con los dedos), ordena que se haga lo que se tiene qué hacer, vigila; es patrón, profesor.
  Los compañeros del grupo escolar, treinta y cuatro que eran, escuchaban atentos la conversación y movían la cabeza de lado a lado, en clara señal de desaprobación. Uno de ellos no pudo evitar que su voz anunciara repentinamente lo que pensaba.
  -Ana... tienes que estudiar -dijo casi ordenando-. En la vida hay tiempo de estudiar, de trabajar y casarse, y también de hacerse viejo y descansar...
  "Claro -intervino el maestro para reforzar la idea-; Ernesto tiene razón. Durante la niñez los niños tienen que prepararse para la vida, estudiar; después, ya después, cuando llegue la necesidad de trabajar y sostener los gastos de una familia..."
  -Profesor, interrumpió Ana, ¿se le olvida que soy mujer?... a mí me van a mantener; no tengo necesidad de estudiar.
  Ignorando la necia convicción, respondió el maestro:
  "En tu casa son siete de familia; fíjate bien. Veinte hectáreas dan alimento, tranquilidad económica, tus hermanos no trabajan, la casa donde vives debe tener tres o cuatro piezas de material, tu papá debe andar en carro de modelo atrasado, a ti no te faltan los cincuenta pesos..."
  -Ay, profesor; ¿usted conoce mi casa? Nomás faltó que nombrara al perro.
  El maestro, ignorando el reconocimiento, terminó preguntando:
  "¿Alguna vez has pensado en lo que sucederá cuando no tengas papá y mamá?... mira: a cada uno de tus hermanos le quedarán cuatro hectáreas de tierra que no saben trabajar; tú, que ahora gastas cincuenta pesos diarios, ¿cuánto le vas a dar a tus hijos con lo que produzcan cuatro hectáreas? ¿Sabes lo que es la quinta parte?
  "Olvídate del carro viejo, de la casa. Una vez que en lugar de recibir tengas la obligación de dar, vas a mirar otra realidad y vas a lamentar los pensamientos equivocados; pero ya será tarde seguramente".
  Entrados en el mundo de las reflexiones, preguntemos:
  ¿Cuántos hijos se han equivocado, al considerar que los padres son bueyes o tractores que han de trabajar toda la vida para su beneficio?
  ¿Cuántos han pensado que las propiedades de los progenitores, resulven para siempre sus problemas económicos?
  Una cosa es muy cierta: contratando trabajadores, ordenando que otros hagan, y vigilando con aires de patrón, no se enseña la responsabilidad. Los hijos deben aprender desde niños y con mejor ejemplo, lo que cuesta ganar un peso, antes de gastar dos; nadar su propio río, para que disfruten sanamente cuando alguien les dé la mano.
  Pero los padres, ¡ah, los padres!, por tal de que no sufran les evitamos la fatiga, el esfuerzo personal; paradójicamente para estrellarlos en el castillo del fracaso y del dolor. ¡Qué difícil es, enseñar la responsabilidad con la sobreprotección!

viernes, 8 de febrero de 2013

La terminal vieja de Rosario Tesopaco

  Antes de que el Museo Costumbrista de Rosario Tesopaco nos permitiera sospechar los ecosistemas que dieron origen a los fósiles que nos asombran, y culturas que nos legaron petroglifos y pinturas rupestres, los hechos históricos de la región se circunscribían prácticamente, a las incursiones que realizaban los temibles apaches; se sabía también de haciendas famosas que derivaron en ranchos ganaderos y ejidos, con el Reparto Agrario ordenado por el presidente Lázaro Cárdenas del Río, en 1937; se hablaba de la heroica entrega que de los hijos hiciera doña Loreto Encinas de Avilés, para combatir a los filibusteros que atacaron Guaymas el 13 de julio de 1854; y aún más: aunque oralmente, porque todavía no se registran debidamente los acontecimientos, se narra entre contemporáneos el episodio de los estudiantes que fueron fusilados al norte de Tesopaco, en 1968.
  Hoy, asombrados por ese pasado que el Museo Costumbrista nos permite descubrir, también nos preguntamos: mientras miramos muy al ayer que vivieron nuestros ancestros, ¿no se escapa la historia contemporánea de los rosarenses?
  Mirando con fascinación los fósiles, los petroglifos y las pinturas rupestres, saben a leyenda fantasiosa las versiones que hablan de las hordas apaches que vivían del pillaje, y también los demás pasajes que se toman como historia reciente; pero, es un hecho tristemente cierto, que mientras degustamos el orden de nuestro muy lejano pasado, al mismo tiempo olvidamos que nosotros mismos somos historia.
  1973 es un año clave... para reconocer que ya no se escucha hablar de la terminal vieja. "En que Luz Olea" y "si me buscan, estoy en la terminal", ya no son referentes. Ahí donde antes se reunían a tomar café desde el presidente municipal y su equipo de trabajo, hasta el más modesto trabajador de lo que fuera, hoy es orgullosamente el Museo Costumbrista que tanto esfuerzo ha costado a su fundador y director, Julio César Clark Carabeo. Sin embargo, las nuevas generaciones no debieran olvidar, que hace apenas cuatro décadas, quienes ahora están olvidados, le dieron vida y alegría a nuestra comunidad con su natural parlanchinería.
  La terminal vieja fue hogar de doña Luz Olea. El esposo de ella se llamó Óscar Gracia. Como familia de estos ancianos los acompañaban José María Calvario "El Choro", también un hombre inocente a quien llamaban "Mani", una sobrina de nombre Gloria Gracia y dos hijos de ésta: Víctor y Mundo Herrera Gracia. Bueno, si fuera el caso hurgar bien en los recuerdos, también diremos que hubo en el patio de esta casa un perico cáscara de viejo, el cual festejaba desde las ramas de un limón donde todos los días se asoleaba, las bromas que los visitantes hacían a los anfitriones.
  A las cuatro de la mañana gritaba el despertador voluntario, por la puerta del callejón Hidalgo: "¡Despierta, viejo, despierta; no pierdas el tiempo!" Luego, en un alarde de rebeldía por la ofensa recibida, la primera en responder era doña Luz. "¡Qué te importa, infeliz!" -gritaba con la poca fuerza de sus pulmones. Porque era brava para los cigarros; no apagaba ni siquiera al cocinar. Siempre hubo en su espacio culinario, aroma de uñas chamuscadas.
  "No le hagas caso, mujer" -pedía conciliador don Óscar, mientras el gritón alegraba el oscuro amanecer con la primera carcajada.
  Así trancurrían los días; en ese tenor. Y por la tarde-noche, cuando apoyado en su viejo bastón don Óscar seguía trabajosamente los pasos de su mujer, no faltaba la cruel recomendación: "Déjala que se vaya sola, viejo; ¿qué te ganas con poner la mano donde no debes?"
  Entonces, sucedía como en el amanecer; era doña Luz la que respingaba: "¡Qué te importa que la ponga donde la ponga, fasico!"
  Mientras, disfrutando al máximo la broma que se gestaba como una amable despedida, sonriente respondía don Óscar: "me aferro a la vida". Con esto, lo único que conseguía era picar las costillas de los cafeceros, para que soltaran la última carcajada del día. Encaminados los visitantes para la salida que daba a la calle No Reelección, todavía alcanzaban a escuchar cómo doña Luz le pedía a su hijo "Choro" que cerrara bien.
  El caserón de la terminal vieja tenía dos piezas con salida a la calle No Reelección, donde se jugaba paco, dominó, dama china, dama española, o simplemente sucedía que en torno a la mesa refresquera y al calor del café de talega, se platicaran las incidencias del día o las anécdotas de tiempo reciente. Por el lado del callejón Hidalgo, había tres piezas que se alineaban desde la esquina; pero la que servía de aposento al matrimonio Gracia Olea, era la del centro, que daba directo al corredor interno y a la cocina.
  Las paredes repelladas y encaladas y de muy lejano mantenimiento, eran de adobe; el piso de tierra; el techo de terrado tenía vigas de sabino. Adentro, bajo el techo del corredor estaban la cocina, el comedor compuesto de mesa y seis sillas viejas y rechinadoras, y un infaltable tripié de madera, en donde descansaba la olla del agua que buscaban los viajeros. A un lado del tripié estaba la palangana. Más adentro, en lo que ya era el patio, había un limón, una noria y un baño.
  En esa terminal del café platicador se dejaban mirar "Manolete" Valenzuela cuando iba para Yécora desde Obregón, y Gustavo "Tavo" Villegas que pasaba rumbo a Movas. Pero los que siempre se aparecían en horas indeterminadas y desde las cuatro de la mañana, eran Tomás "Machi" Peñúñuri (Presidente Municipal en el tiempo del que se habla), Daniel Portela (expresidente), Flavio Portela, Jesús José "Chehui" Portela Argüelles (encalador y pintor de brocha gorda), José Valenzuela (hermano de Pancho y Mercedes "Pechele"), Raúl "Cotoyo" Peñúñuri, "El Prieto" Teodoro Amavizca Mungarro, Leovigildo "Gilito" Lavandera (intendente municipal) y su hermano Hermando "Chino" Lavandera (encargado de la oficina de correos), José Francisco "Chicoli", Jorge "Bitúa" Peñúñuri, Panchito Peñúñuri (de cuando en cuando), Porfirio Félix, Marcos y Octavio Gallardo (policías), Roberto Valenzuela y su hijo Rolando, Rafael "Pallejo" Valenzuela Valle y Servando Buelna, así como Francisco, Beto y Javier, también de apellido Buelna.
  En la media mañana, cuando la clientela escaseaba en la tienda y los distribuidores ya habían pasado por el negocio, se aparecían también don Genaro y su hijo Rubén Encinas.
  Es increible seguramente; se daban cita en la terminal vieja, hombres serios y de trabajo, egresados de la escuela primaria "Josefa Ortiz de Domínguez" (*), en donde se habían formado con el rigor de los viejos maestros. En espontánea igualdad ciudadana ocurrían a la vieja terminal policías, conserjes, deportistas, ganaderos y comerciantes, para despabilarse con una taza de café de talega y con una buena broma que activara los músculos faciales; pero también para hablar de negocios o espantar el sueño simplemente, en la hora de la siesta.
  En cuatro décadas se fue la alegría y la vida de muchos protagonistas en el desarrollo del municipio; a cambio de ese desarrollo, se estableció el silencio formal que exige el museo. Como testimonios del bullicio que se echa de menos, quedan afortunadamente Rubén Encinas, el popular Chehui Portela, Chemalito Villanueva y Rolando Valenzuela, quien ahora es trabajador jubilado de la Secretaría de Comunicaciones (Telégrafos Nacionales).
  *Esta escuela inició labores, según versiones populares y de la señora Laurina Peñúñuri, en 1907. Al construirse el nuevo edificio con dinero que prestó el señor Arnulfo Valenzuela, y luego inaugurarse el 31 de mayo de 1949, en Rosales y Álvaro Obregón (nomenclatura reciente), fue cuando, después de 42 años de servir como centro de educación primaria, quedaría en desuso.
  En su nuevo domicilio seguiría con el mismo nombre ("Josefa Ortiz de Domínguez") hasta 1974, cuando al ser federalizada la institución estatal, se le impusieron nuevos nombres. Por la mañana quedó "Randolfo Lavandera" y en turno vespertino "Loreto Encinas de Avilés".

NOTA: Amigo de Rosario Tesopaco, si te gusta la historia que acabas de leer, recomiéndala. En Google sólo se escribe Cuentos de David Cibrián o Mataron a la josca, y se llega al archivo de la página donde se pondrán más trabajos a consideración de quienes desean conocer su pasado. Gracias.