miércoles, 17 de abril de 2013

Ya no soy campesino

  Ya no soy campesino.
  Pero... ¿cómo explicar que vengo de allá
  donde anónimos viven aún
  los hombres que con ruda voz
  sembraron en mi corazón la milpa?

  ¿Cómo decir en la ciudad culta
  que la faz rústica del paria,
  se ilumina de felicidad
  cuando empuña la coa
  para abrir la madre tierra
  donde siembra la esperanza?
 
  El botánico no entiende
  lo que es fuera de ciencia;
  el hombre citadino sabe de la masa,
  y piensa en dinero quien la vende,
  pero ignoran los pechos que se inflaman
  al mirar la semilla que germina.

  Allá en la montaña milenaria
  está la historia de la milpa.
  Allá la vi abriendo su alborada,
  buscando el cielo, su horizonte.
  La tierna hoja embajadora de la vida
  hizo huella en mi pecho campesino.

  Qué orgullosa la caña estiraba;
  ¡cañejote allá en el campo!
  Qué alegres se mecían hojas esmeraldas;
  ¡tazol allá en el campo!
  Y luego espiga, corona de reina,
  pregonera del jilote.

  Así la vi.
  La milpa siempre reina me dio su tierno elote.
  Después, en vejez prematura,
  vencida por tiempo incorruptible,
  la chala humilló el cuerpo
  repitiéndose ofrenda milagrosa.

  Y pasados angustiosos meses,
  desde que rústicos maestros
  hicieran cama para el grano,
  gloriosa llegaba la cosecha.
  Arrale, desmonte, quema,
  hacíanse recuerdos muy lejanos.

  ¡Cómo gritar que soy otro!
  Que siendo hombre de campo
  me nacen suspiros añorantes
  y sufre desterrado el corazón
  al oir de mi hacha canto repetido
  cual mancuerna de mazorca semillera.

  Allá en las montañas milenarias
  donde aves jubilosas parloteaban
  donde limo y brisa hermanaban,
  asoma para el mundo diario sol.
  Allá duermen los recuerdos...
  del joven campesino que yo fui.

  Trabajo dedicado a los esforzados campesinos
  del mundo; en cualesquier aldea donde se
  encuentren. Jueves 1 de marzo del 2012;
  22:00

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