miércoles, 28 de marzo de 2012

La sonrisa

  La sonrisa es santa:
  se descubre en los niños de paz imperturbable
  cuando están en el regazo.

  La sonrisa es propia de los ángeles:
  apenas dibujada, hace gritar jubiloso al corazón:
  ¡Qué ternura! ¡Bendita la madre que te trajo al mundo!

  La sonrisa es de los hombres justos:
  se anuncia ingénita en los rostros infantiles.

  La sonrisa, si es falsa y amiga de la envidia,
  esconde la mirada y hace sentir en los oídos
  eco de palabras estudiadas.

  La sonrisa es también,
  máscara de fiera que olfatea la desgracia:
  le brillan los ojillos, farfulla las ideas,
  le sudan las manos, le falta el aliento...
  y mira fijamente a la víctima
  o palmea los hombros con falsa condolencia,
  igual que los gatos si juegan con la presa,
  antes de dar la tarascada letal.

  La sonrisa, pues, privilegio divino de los hombres,
  es también efluvio de los seres imperfectos,
  miasma de la bonhomía que muere.

  La esencia de los hombres está en la sonrisa:
  la verdad, la hipocresía;
  el bien, el mal; el odio, el amor.

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