Mi madre y yo...
seguimos ruta diferente.
Mientras yo crecía
buscando la conciencia,
ella iba atesorando olvido
en la quietud del sepulcro.
¡Qué caminos tan opuestos!
Ella hundiéndose
en lo negro de los tiempos,
yo vagando
en la ociosidad del amor,
indiferente a la promesa
de los nuevos soles.
Él nació, se murmura, cuando ella murió;
¡No! -grita mi padre-
¡Ella murió cuando él nació!
Yo no encuentro diferencia
en semejante aberración...
El mismo día
que debió ser de alegría,
llegó el dolor;
el mismo día
que debió ser de dolor,
quedó prohibido el amor...
para el hijo de nadie.
Y crecí, crecí no sé por qué;
culpable ante mi padre,
indiferente a los afectos,
olvidado del mundo...
solo, solo, ¡solo!
Como hijo de nadie
vagando por ahí,
a la deriva, sin dueño,
mientras una madre silenciosa
atesora olvido,
y yo tristemente soy...
cofre del dolor
ocultando la propia pena.
En este día de hermosos regalos...
Madre... madre mía...
¿por qué te fuiste cuando más te necesitaba?
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