La felicidad en efervescencia perdona los defectos
y es sensible ante la desgracia ajena.
La felicidad cotidiana
es tranquilidad que lleva al aburrimiento.
La felicidad es inocente manifestación de progreso,
es torpe amiga que sin malicia
le abre las puertas a la envidia.
La felicidad es, en sí, como el aire;
abstracta, pero arroban sus efectos.
La felicidad efectiva es aquella que se confronta,
la que se manifiesta airosa
frente a las pruebas de fortaleza que exige la vida.
La felicidad pura es ciega ante la maldad;
es igual que el amor, que hace cometer locuras.
Sólo aquellos que conocen el verdadero rostro
de la felicidad, sonríen mientras cruzan el desierto
doloroso de la adversidad.
La enfermedad, la pobreza, la vejez
y el mismo espectro de la muerte,
no borran el sabor de la dicha
en los espíritus que una vez conocieron
la luz divina en la felicidad.
-Regalo para mis amigas Narcisa "Chicha" Tapia Rangel y su hermana Carmen, la más fuerte y dolida madre que he conocido. Ellas fueron hijas de Jesús Tapia. Un primo de ellas también se llamó Jesús Tapia, pero él fue hijo de Amado Tapia; fue conocido como alfarero, el primo.
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