miércoles, 19 de septiembre de 2012

¡¡Conozco la pobreza!!

   Hace tiempo... cosa de dos o tres años tal vez, un hombre... de esos que llaman de congreso, me sorprendió cuando dijo: "a mí no me cuentan de la pobreza..."
   ¡Ah! -pensé-, un funcionario que sale del mundo de la miseria, donde el llanto, el hambre y el dolor van de la mano todos los días, debe ser diferente a los que no asisten a las reuniones; mejor todavía, que esos que saben congelar iniciativas importantes para el pueblo, o que saben de marrullerías y fastidiar con palabras altisonantes a los que no piensan igual que ellos.
   No voy a negarlo, sentí de pronto como si hubiera dicho "siéntate"; y me senté, me senté esperanzado frente al televisor, anhelando una palabra de aliento.
   "Les decía -oí decir-, a mí nadie me cuenta de la pobreza. ¿Y saben por qué?, porque yo la conocí en su más cruda manifestación..." Ah -me dije-, sabe lo que es despertar en las mañanas porque duele el vientre, no por saludar al nuevo día.
   Cómo hubiera yo querido presumir el pasado ominoso, hablar con la energía de aquel hombre, y mover enfáticamente el dedo índice como él, sólo para decir "a mí... a mí"; y moverlo también hacia los lados, cual manecilla de metrónomo en ritmo lento, o badajo de campana pueblerina anunciando duelo... para decir "no".
   Pero no; yo no estaba para presumir la pobreza, yo conocía la maldita pobreza en el cuerpo, en la mesa, en el recibo aquel de la luz que puntualmente llegaba, antes del corte acostumbrado; desde el nacimiento mismo la conocía, cuando a dale y dale succionando el pecho de mi madre, también le succionaba la vida, mientras ella con su llanto escurriente me daba sin saberlo, alimento rebajado.
   Sentado frente al televisor, esperaba del funcionario exitoso la noticia alentadora que mitigara el dolor de mis hijos; que sacudiera por un día siquiera la zozobra de mi hogar, de mi familia.
   Como eco de mi propio pensamiento, siguió su arenga: "yo la conocí, la tuve de frente, real y amenazante; la conocí cuando fui director de Solidaridad, responsable de los recur... ¡clic!
   El chasquido interrumpió la declaración. Una vez más habían cortado la luz por falta de pago; una vez más me consolaría hablando con resentimiento:
   -Mientras no nos falte alimento y salud... no hay problema.
   Me levanté, dejé el asiento. Llevar la pobreza en el alma como una desesperación constante, como un grito de terror en los oídos, no era lo mismo que ser funcionario y mirar desde la cómoda oficina, el hambre y la desgracia del hermano. Yo... yo sí conocía la pobreza. Aquél hombre de la pantalla no. Por más que gesticulara y moviera el dedo con pasión, también era funcionario.
  

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