domingo, 23 de septiembre de 2012

Plaza de los Fundadores

   Hablemos de San Luis Potosí.
   Por su estructura arquitectónica, la Plaza de los Fundadores no impacta. Se trata de una explanada en donde se realizan actos cívicos importantes. Pudiera decirse que es una cancha deportiva; no lo es, claro, pero eso parece a simple vista.
   Ubicada sólo dos cuadras al poniente de la Plaza de Armas, sorprende que en lugar de un obelisco o algún monumento de especial presentación, los visitantes encuentren la dicha explanada desierta, y sobre ésta un estrado de cemento que adelanta el uso del espacio y un muro donde está el asta bandera y el nombre de la plaza.
   Precisamente, para mayor constancia de hechos, el día que la visité se realizaba oficial y públicamente la quema de una bandera nacional. El gobernador Marcelo de los Santos y un pequeño contingente de colaboradores, hacían acto de presencia ante una veintena de grupos escolares privilegiados, que asistían para presenciar y ser parte del evento cívico, pero también, para recibir en aquella ceremonia un estandarte de renuevo para las instituciones que representaban.
   De ese modo, conforme al estilo cómico de Cantinflas en su "Bolero de Raquel", mi esposa y yo nos vimos involucrados por primera vez, no sólo en una ceremonia cívica tan importante, sino también estrechando las manos de los funcionarios estatales y compartiendo como público selecto el estrado. Era notorio, demasiado notorio, que algún desacuerdo había entre el pueblo sanluisense y el representante oficial del estado, en ese periodo gubernamental.
   Estando pues, entre los funcionarios "lepes", pudimos ver que al poniente estaba el edificio Ipiña, obra arquitectónica hecha de cantera labrada y fachada admirable, que fuera construida por el ingeniero Octaviano Contreras, de 1903 a 1912, por encargo de su suegro José Encarnación Ipiña.
   Hacia el norte de la explanada, la Universidad Autónoma de San Luis, conserva en su muro frontal una cruz de piedra, que indica el lugar histórico y preciso donde se fundó la ciudad.
   Fue ahí, en esa ceremonia pública, en donde me enteré de que la ciudad tenía posibilidades de ser nominada Patrimonio Cultural de la Humanidad y que en breve llegarían los Visitadores que enviaba la UNESCO, para observar y calificar aquel Centro Histórico que aun estaba como candidato para tan digna mención.
   "Visitadores -me dije. Pronto tendremos una acción semejante a la que realizó Porfirio Díaz para celebrar el Centenario de la Independencia, afectando a la clase trabajadora que no puede darse el lujo de tener un día de descanso; porque si lo hace, no hay comida para la familia.
   Así fue "mesmamente"; así justamente pasó. A los pocos días desaparecieron paleteros, casetas de los boleros, limosneros, fotógrafos ambulantes, chicleros y franeleros; todos los hijos de la vecindad "se fueron". Hasta el único y pintoresco globero que se veía en la Plaza de los Fundadores, se perdió. Y si no pudieron trabajar quienes humilde pero honestamente se ganaban la vida, ¿qué podían esperar las sexoservidoras que rondaban el "callejón del amor" a dos cuadras de la Plaza de Armas, y las pobres mariposas que también revoloteaban a las puertas mismas de la catedral?
   Mientras una cuadrilla de trabajadores municipales se dedicaba a quitar los chicles y las manchas de las calles adoquinadas, había otra que resanaba, y aún otra de uniforme policiaco que cuidaba diariamente, día y noche, de que las "muchachas de la glotonería sexual", no se acercaran por esos rumbos que visitarían los Visitadores... perdonando el dislate narrativo, que no el social de Marcelo de los Santos. ¿No habría mejor propuesta para la clase marginada?
   La mácula social tiene años sobreviviendo en el Centro Histórico y... después del reconocimiento como Patrimonio Cultural de la Humanidad, todo volvió a la normalidad del disimulo oficial.

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